sábado, 11 de febrero de 2017

1. Introducción

Es inevitable afirmar que Internet nos ha facilitado mucho la vida, tanto como una herramienta con la que se puede acceder a un amplio rango de información como un medio de comunicación, puesto que se emplea en diferentes aplicaciones para relacionarnos con nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo e incluso conocer nuevas personas.  La penetración de Internet en nuestra sociedad es de tal magnitud que, de hecho, un 64,3% de la población de entre 16 a 74 años usa Internet diariamente. (INE, 2015). Jorge Lozano, semiólogo y catedrático de Teoría de la Información de la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, manifiesta que los usuarios de Internet, hoy en día son “prosumidores”, en otras palabras, los usuarios son “una mezcla entre consumidor y productor, aludiendo a Marshall McLuhan.” (Citado en Ariza, 2015).



Como consecuencia de esta sociedad globalizada y conectada en el que todo está al alcance de unos clics, podemos decir que la realidad está cada vez más difusa y que, fruto de esta impersonalización, las relaciones están mucho más deshumanizadas que hace dos décadas. Para paliar esta realidad de la comunicación digital, diferentes compañías han creado emoticonos para hacer la conversación mucho más expresiva y permiten enviar notas de voz e imágenes o video. Asimismo, Lozano, “argumenta que la frontera entre lo público y lo privado ya empezó a difuminarse con la aparición de los medios de comunicación. [Ahora afirma que sólo] ‘Nos queda nuestra esfera íntima’.” (Ariza, 2015).

Sabater (2014) en su estudio encuesta a cuatrocientos estudiantes y descubre que: “más del 80% se muestra cautelosa a la hora de proporcionar sus datos personales por Internet y se declara consciente de sus riesgos.” (Sabater, 2014, p.16) Sin embargo, sólo con conocer los riesgos no implica saber manejar esta situación de manera apropiada.

Además, tal y como nos advierte Ariza (2015) las aplicaciones, aunque son a simple vista gratuitas, nos piden a cambio tener acceso a nuestra ubicación, fotos, etc. y lo que hemos hecho en realidad es ofrecer todo esto, es decir, nuestra privacidad y datos, a cambio de los servicios de estas aplicaciones “que se presentan como gratuitos, pero que no lo son.” (Ariza, 2015).

Según comenta Milón (2015) en su trabajo de investigación la información y los datos disponibles han aumentado principalmente debido a tres factores y que están relacionados con la aparición de Internet y las nuevas tecnologías de la información.


La primera de ellas es el aumento de la velocidad de la transmisión de la información de la red, que a su vez está relacionada con la bajada de precios y la accesibilidad a la red que ha aumentado considerablemente. En segundo lugar, la capacidad de almacenamiento de los servidores se ha incrementado. Y, por último, pero no por ello menos importante, las innovaciones del hardware físico han facilitado todo este proceso.

Dicho esto, podemos ver que hay otra cara de la moneda que muchos de nosotros pasamos por desapercibido y es que siempre que empleamos Internet nos exponemos de cierta manera ante los demás en mayor o menor medida e incluso aun cuando somos consciente de ello, dejamos rastros que no son fáciles de borrar.  Estos datos son nuestra “huella digital.”


A pesar de que en España toda la red esté regulado por la Ley Orgánica de Protección de datos y que esta ha sufrido modificaciones recientemente para mejorar nuestra seguridad sigue siendo insuficiente y se deben contemplar otras medidas para que los usuarios reciban una información completa. Esta normativa se tendrá que cumplir por completo a partir de mayo del 2018 para adaptarnos poco a poco al nuevo Reglamento Europeo de Protección de Datos. La regulación en Internet se complica si tenemos en cuenta que es un servicio deslocalizado en el sentido de que un usuario de España puede estar participando en un foro alojado en Estados Unidos y realizando las compras de navidad en una web china cada una con su propia legislación en materia de privacidad. 

Según Jesús Acevedo (un abogado especializado en la privacidad de internet), esta se debe definir con tres palabras: “accesibilidad, prevención y proactividad.” (Citado en Valenzuela, 2017).


No hay comentarios:

Publicar un comentario